Tao "en búsqueda de lo que no existe" (cap. 1 de 3)


Capitulo Uno:
"El mundo, termina aquí"

Tao es un joven de Iroiiê, vive en una cabaña pequeña que él y su padre construyeron. La cual esta justo al lado norte de la ciudad, donde se encuentran el bosque inmenso, llamado Iot y las montañas que tocan el cielo, llamadas Keitâr. Tao es un leñador y cazador, él no es muy bajo, tampoco muy delgado, pero al compararlo con otros leñadores parece no ser uno de ellos; su piel es pálida, como si se tratara de un muerto. El color de sus ojos y de su cabello es desconocido, solo es una tonalidad mas de gris, ya que en Iroiie no existen mas colores, que el gris y el negro. Todo en Iroiiê es gris y negro: arboles, flores, cielo, personas, animales, todo carece de color. Todo es frío, sin vida y viejo; todo el día parece como si fuera a llover y las noches son tenebrosas en su totalidad. Nadie sueña o tiene anhelos, cada persona en Iroiiê, viste, piensa y cree en las mismas cosas.
Pero Tao es diferente, las personas que lo conocen creen que él esta loco, y que deberían encerrarlo en algún lugar olvidado y perder la llave que protege ese lugar. Tao cree desde hace mucho tiempo, que existe un lugar mejor que este. Cuando él platica de esto con las personas, siempre termina abofeteado, golpeado y perseguido, y esto incremento mucho mas después de la muerte de su padre, ya que él impedía que Tao abriese su boca, para decir cualquier cosa que provocara un castigo o tortura mas a su cuerpo. Para cada persona en este lugar, el que alguien piense diferente es un insulto y una ofensa, la cual debe ser pagada con sangre y gritos. Es por eso, que la espalda de Tao tiene mas marcas de dolor, que la de nadie en toda la historia de esta ciudad grisácea y fría.

Tao, despierta un día, harto de la situación, harto de no hacer nada al respecto, harto del miedo que siente, harto de Iroiiê. Así que se levanta súbitamente y agarra la mochila de su padre; se dirige a su alacena, toma comida como para un viaje muy largo y la introduce en uno de los compartimientos, al hacerlo, se da cuenta que aún hay algunas cosas de su padre en ella: una navaja de afeitar, una escobilla para espuma de afeitar, un espejo y algunos mapas viejos de Iroiiê. Las ve por un momento, suspira como agarrando mas fuerza, como que el ver las cosas de su padre le dio mas coraje de hacer lo que tenía que hacer. Inmediatamente se dirige a su armario, toma rápida y bruscamente un par de mudadas de ropa, también toma un sudadero y una chaqueta de piel; luego se dirige hasta donde tiene sus utensilios de trabajo, toma un hacha pequeña y una grande, unos cuchillos de caza, su arco y algunas flechas. Ademas, toma un par de cantimploras de cuero y dos frazadas, una de lana gruesa y la otra de hilo fino; toma un pedazo de cuero grueso muy largo y enrolla las frazadas juntamente con el cuero y los sujeta con dos cinturones viejos. Y al terminar de guardar todo en su mochila se cambia de ropa, toma su gorro y sale de su casa en dirección hacia el sur, hacia las afueras de la ciudad, hacia la libertad.
Tao camina por el bosque con gran determinación, sin ver atrás, sin remordimientos por lo que hace, solo se repite así mismo una y otra vez 

— “¡Existe un lugar mejor,
se que existe un lugar mejor!” —

Al llegar a la ciudad, las personas lo veían completamente extrañadas y con mucho odio. Cada uno de los habitantes de Iroiiê intuían lo que Tao quería hacer. Luego de que él pasara por el centro de la ciudad, las personas comenzaron a gritarle e insultarlo; maldecían a sus padres, a los padres de sus padres y a cada miembro de su pequeña y extinta familia. Pero Tao seguía caminando, determinado a salir de ese lugar. Tras cada insulto que él oía, sus pies se apresuraban mas y mas, casi parecía como si la misma muerte lo persiguiera. Y en efecto, algunos hombres lo comenzaron a seguir, le gritaban con furia y odio que se detuviera y que no se atreviera a salir. Pero él siguió caminando presurosamente hasta salir de Iroiiê. 
Cada vez mas y mas hombres lo seguían, gritando y vociferando odio en cada palabra que salía por sus bocas. Pero él siguió, sin descanso, sin detenerse, sin ver atrás. Caminó por horas, el sol ya se encontraba justo por encima de él, pero ni él ni los hombres que los perseguían daban paso al descanso; él, por la fuerza que salía desde su alma que gritaba libertad y ellos, por el odio que alimentaba su ignorancia.

Ya cuando el ocaso hacia acto de presencia, se comenzó a ver en la lejanía los muros de Cal-â-leia, la Diosa guardiana de Iroiiê. Estos muros casi tocaban el cielo gris, al igual que cada uno de los árboles que enseñoreaban el bosque de Nhör. Lo mas extraño de estos muros, es que justo en medio se encuentra una inmensa puerta de madera, la cual esta sellada por completo, y en el centro tiene una inscripción tallada a mano: “SELAÏF, ETNÂO DEHÚ” (el mundo, termina aquí). Al ver el muro, Tao comienza a correr con todas sus fuerzas. Las personas que lo perseguían, dejaron de gritar y concentraron sus fuerzas en correr para impedir que él llegara al muro. 
Ni aún la misma noche y la lluvia tempestuosa que azoto el bosque, detuvo al joven Tao; siguió y siguió, y mientras menos distancia quedaba entre él y ese muro, su alma se alimentaba de esperanza y libertad, la cual le daba poder para seguir corriendo hasta ese lugar. 
Luego de correr toda la noche, la cual se sintió eterna, el orto tenue de la mañana daba  inicio a un nuevo día y la posibilidad de libertad de un alma incomprendida. A unos cuantos metros de la puerta,  Tao grita con todas sus fuerzas

— “¡EL MUNDO NO TERMINA AQUÍ!” —

Luego, saca su hacha mas grande y comienza a correr con mas velocidad y a gritar como si se tratara de un guerrero ancestral, el cual se enfrenta ante su enemigo, su némesis. Las personas que lo seguían, comienzan a gritarle que se detenga, pero él no se inmuta ante sus palabras y sigue corriendo con todas sus fuerzas hasta llegar a la colosal puerta. Al estar a escasos centímetros de ella, comienza pegarle con su hacha como si se tratada de un gran árbol. Mientras el hacia esto, gritaba una y otra vez que existía un lugar mejor. Las personas que lo seguían llegaron hasta donde él estaba y lo comenzaron a golpear, pero Tao no se defendió, solo siguió arremetiendo el hacha contra la puerta de madera.
Poco a poco la ira y la rabia se adueño de aquellos hombres, y su intención ya no era solo detenerlo, lo único que tenían en mente era matarlo.
A pesar que la fuerza de los golpes incrementaba segundo a segundo, y que algunos hombres cambiaron los puños por ramas y piedras, Tao no cedía en ningún momento. Su rostro ya no se distinguía, su ropa y piel perdía golpe a golpe su forma natural. Siguieron torturándolo por horas, mientras unos tomaban aire para seguir, los otros seguían golpeando con todas sus fuerzas… hasta que Tao solo un grito tan desgarrador, que haría erizar hasta el alma, y leugo callo al suelo.

Allí se encontraba, medio muerto, tirado en el suelo en una posa de su propia sangre; ahí, frente a la puerta del muero de Cal-â-leia. Los hombres que le estaban pegando estaban exhaustos, jadeaban con mucha fuerza; algunos estaban tirados en el suelo y otros se sostenían con sus manos sobre sus rodillas. De repente, Tao se pone de pie, gimiendo y con lagrimas de dolor en sus ojos; toma de nuevo su hacha y sigue arremetiendo con fuerza a esa puerta que lo separaba de la libertad.
Los hombres lo ven y se quedan admirados de lo que pasa. A uno de ellos, esto le causo mas enojo y rabia, toma una rama con ambas manos, la empuña con mucha fuerza, y se dirige a él. La furia y la ignorancia se notaba en su mirada, y cuando este se cerca de él le grita fuertemente

— “¡¡TAO!! ¡MORIRAS POR TU INSOLENCIA!” —

Al terminar de decir esto, le pega el la parte de atrás de la cabeza y Tao cae de frente contra la inmensa puerta, la cual queda bañada en sangre, la cual carece de color alguno. Cada hombre dio por muerto a Tao después de ese golpe, así que se marchan satisfechos por poner orden en Iroiiê.

La noche hace acto de presencia, Tao yace recostado frente a la puerta ensangrentada, un ratón del bosque se acerca a él sigilosamente, y cuando esta lo mas cerca posible para olfatear, algo lo asusta y corre en sentido contrario. Uno de los dedos de Tao se mueve levemente, luego se escucha un gemido y todo su cuerpo comienza a temblar. Como le es posible se da la vuelta y queda recostado de espaldas contra la puerta, toma el hacha con una de sus manos y la acerca a él; entre abre uno de sus ojos con mucho dolor y entre gemidos y lagrimas dice

— “Se, que existe,
un lugar mejor que est…” —


y luego, desfallece en esa colosal y astillada puerta, la cual estaba cubierta por la sangre de un ser que no se negó a soñar con la libertad.



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