Una noche envuelta en eternidad (Capítulo 0, “Los Caballeros en Eudora”)
En Eudora, les preocupaba mucho la formación de sus Caballeros, ya ellos eran la base que sostenía todo el reino y entrelazaba todo en Eudora. Filosofía, valores, educación, cultura y hasta la forma de ver lo espiritual estaba basada en la formación y vida de un Caballero eudoriano. El ser un Caballero de Eudora era un puesto noble y lleno de virtudes ante el reino; no solo eran los encargados de mantener la paz, sino que eran los emisarios de la bondad y el respeto. Cada persona que vivía cerca de un Caballero, sabía que la bendición del Creador de todo, estaría sobre ellos; y que tanto como la tierra, el ganado y cualquier trabajo estaría lleno de prosperidad. Ademas, la seguridad reinaba en los lugares que ellos estaban.
Esto hizo que Eudora, alcanzará la cúspide en su desarrollo sobre sus otros siete reinos hermanos en toda Atlante, cada Señor asumía la importancia de un príncipe en sus propios dominios. Por lo mismo cada castillo a servicio de un Señor en Eudora, pronto se convirtió en escuela de caballería. Cualquier niño, y en algunos casos especiales algunas niñas que demostraran tener las habilidades adecuadas, y que pertenecieran a la nobleza o cuyos padres hubieran muerto o que simplemente sus padres fueran demasiado pobres para educarlos, podían optar a formar parte del hogar de algún Señor vecino. Cada uno de ellos se ocupaba de instruir y formar a los niños en hombres y mujeres de bien, dándoles una educación completa, pero sobre todo educándolos en ejercicios militares. Los Señores en Eudora, procuraban mantener su séquito lo más numeroso posible, esto lo hacían con el fin de dar a conocer ante la misma nobleza el poder e importancia que tenían en el reino.
En Eudora, antes de que los niños cumpliesen los siete años de edad, permanecían bajo la tutela de sus padres, especialmente de las mujeres de la casa, ellas les enseñaban sobre Los Principios Medulares de Eudora, los cuales están basados en el Honor, el Servicio y la Espiritualidad. Ademas de enseñarles habilidades ecuestres, el tiro con arco y flecha, y sobre la naturaleza que rodeaba todo el reino. Luego al cumplir los siente años son enviados fuera del hogar, incluso aquellas familias que tenían los medios para ocuparse de la educación de sus hijos preferían encargar la tarea a otros, para no dejarse influir por el amor paterno y así no limitar el potencial de los niños al momento de darles tareas y pruebas que fueran de extremo rigor o donde peligrara su integridad física.
Al establecerse en la Casa de algún Caballero de alto rango, Señor, Principe o hasta en el mismo castillo del Rey, el primer puesto que adquirían los niños era el de Paje. Aunque esto implicaba ser el sirviente personal del dueño de la Casa, no se consideraba una actividad degradante, sino por el contrario, es un puesto muy bien visto y honorable entre los nobles.
Cuando los huéspedes llegaban al castillo, cada paje los recibían a su llegada y les ofrecían sus servicios en cuanto fuera necesario. Ademas, durante esta etapa de su formación, adquirían esa peculiar gracia en los modales, que con el nombre de cortesía, constituía la principal virtud del carácter de un verdadero caballero.
Al nombrarlo paje, se le otorgaba una daga, la cual llevaba grabado el escudo de la casa a quien servían y la palabra “Servicio”. Los pajes permanecían aún con las mujeres gran parte de su tiempo, esto para poder completar sus conocimientos y educación. Ellas eran quienes inspiraban en sus mentes infantiles el servicio, el honor y el amor. El resto del día se pasaba al servicio del señor de la Casa, acompañándolo en sus salidas o sirviéndolo a la mesa. Este mismo adiestraba al niño de forma personal en toda clase de ejercicios físicos para fortalecer el cuerpo, ejercicios mentales para reforzar su habilidad análisis y su respuesta inmediata en situaciones de alto riesgo.
A los catorce años, el paje normalmente subía de puesto, si este cumplía con las expectativas puestas en él, y era nombrado escudero. Su daga se cambiaba por una espada, la cual nuevamente llevaba es escudo de armas de Eudora. Para entregar la espada, se llevaba acabo una ceremonia, en la cual el arma que iba a llevar en un futuro se depositaba sobre el altar. El sacerdote tomaba la espada y la purificaba ocho veces. Luego la entregaba al nuevo escudero con una advertencia. El sacerdote se paraba frente al muchacho y le decía: —“Esta espada se convertirá en el símbolo de tu propia alma, si tu espada se utiliza para el bien, tu alma se purificará en cada batalla. Pero, si la usas para el mal, esta se ensuciará de muerte y tu alma se corromperá y junto con tu humanidad se perderá al paso de cada batalla. Úsala con responsabilidad porque esta espada no fue hecha para matar, sino para proteger a todo aquel que este en problemas. No fue hecha para derrocar reinos, sino que para fortalecerlos en honor. No fue hecha para alimentar tu ego y gloria, sino que para servir con humildad y alcanzar el bien común. Si en algún momento te pierdes en el camino, tienes dos opciones: abandonas tu puesto como caballero, o mueres bajo el filo de tu propia espada”.—
Luego de esto, con la misma daga que lo acompañó como paje, se le hace una herida en la mano. La sangre, cae sobre su espada, sellando este pacto de escudero. La daga de paje que llevaba la inscripción de “Servicio” se le devolvía. La cual llevaría en la parte de atrás de su cinturón, el resto de su etapa de escudero. Luego se le entregaba dos hachas pequeñas, la cual llevaban nuevamente el escudo de la Casa a quien servía y la inscripción “Servicio y Honor”.
La espada, era entregada por el mismo escudero, a su Señor, diciendo: —“Esta espada me pertenecerá hasta que usted crea que yo soy digno de ella.”— El Señor, aceptaba la espada y le entregaba su escudo diciendo: —“Confío en ti, en tu nobleza y servicio, y de ahora en adelante te entrego mi vida a ti, como señal de confianza. Porque confió en ti y en cada una de tus habilidades, y creo fervientemente que serás un buen caballero al servicio de Eudora”.— Al terminar de decir esto, le entregaba su escudo, el cual tendría que llevar a cada enfrentamiento y batalla, junto con las demás armas de su Señor. Luego de esto, comenzaban un entrenamiento físico muy fuerte, el cual era llamado “El Nacimiento del Grifo”.
Para cada persona en Eudora los Grifos son criaturas y figuras sagradas, y tienen mucho significado para los caballeros de Eudora. Los grifos son criaturas majestuosas y poderosas ya que son híbridos del rey de los aires (el águila) y el rey de la tierra (el león). Ellos reúnen lo mejor de esos dos animales, son veloz como el águila y feroz como un el león. Poseen un gran espíritu protector lleno de valentía vigilante, el cual los hacia los guardianes por excelencia. Viven en grupos de entre cinco y treinta, poseen una organización jerárquica muy similar a la de los leones, donde el más grande y viejo es la cabeza de la manada.
Los Grifos son monógamos e incluso si la pareja que ellos escogían muere, el otro Grifo pasara solo el resto de su vida, sin necesidad de buscar un nuevo compañero. Por otro lado, las hembras buscaban una cueva donde pudieran poner a salvo sus tres huevos y cuidarlos hasta que éstos rompieran el cascarón. El cascarón de un Grifo, es muy resistente, tanto por dentro como por fuera; su aspecto era muy parecido al de una roca de cristal, algunos asumían que eran como un diamante. Cada cría que es llamada Nail, para poder salir al mundo, debe luchar contra el mismo cascarón que lo protegía. Era una lucha a muerte, la cual duraba al rededor de tres días, donde solo lograban salir los mas fuertes. Cada Nail, al alcanzar una edad promedio de un año, era tomado por su padre, el cual salía volando de la cueva hasta sobrepasar las nubes y soltaba a su cría para que estos volaran por primera vez. Es hasta este momento, después de su primer vuelo, donde un Nail era reconocido por los otros miembros de la manada como Grifo, a este acto se le llamaba “el nacimiento de un Grifo”. Al estar a la sombra de la muerte, ya sea por enfermedad, heridas o vejes, estos se apartaban de la manada y hacían un ultimo vuelo majestuoso, mientras cada miembro de la manada le rendía tributo con rugidos imponentes que se podían escuchar en toda Eudora. El vuelo terminaba en un valle llamado “Saigtod” el ultimo vuelo.
Es por esto que los Grifos simbolizaban a cada caballero en Eudora como los guardianes vigilantes, y leales a su causa hasta la muerte. Cada caballero trataba de ser tan fuerte como uno de ellos, sabiendo que su fuerza tendría que ser usada con sabiduría, justicia y honor.
Por lo mismo cada entrenamiento era agotador y muy demandante, tanto físicamente como emocionalmente. Todo su entrenamiento lo realizaban con una armadura puesta. Esta armadura de entrenamiento pesaba al rededor de noventa libras, mas de lo que pesa una normalmente. Con la armadura de entrenamiento puesta hacían todo tipo de saltos para montar al caballo, corrían largas distancias a pie, escalaban y combatían a duelo con todo tipo de armas, las cuales también pesaban mas de lo que un arma ordinaria. Así como con el Grifo, el sufrimiento era parte de su crecimiento, forjando en ellos un carácter digno de ser un Caballero de Eudora.
Ademas de todo esto, tenían que cumplir con sus responsabilidades como Escuderos, el cual es acompañar a su Señor en cada batalla, llevando todas sus armas y aconsejando cual seria la indicada para dicha contienda. Ademas de prepararle su comida, cuidar de el si estaba herido y si su Señor creía que estaba herido de muerte, este le pedía que lo matara con su propia espada, para morir con honor y a manos de una persona honorable.
Si escudero, antes de cumplir los veintiún años se había destacado por alguna acción valerosa o galante, o por su gran talento, era admitido como caballero ante toda Eudora, sino tenia que cumplir con todo el entrenamiento a cabalidad. Al cumplir los veintiún años, cada Escudero y su Señor eran llamados ante el Consejo de Caballeros de Eudora.
El Consejo de Caballeros de Eudora, estaba conformado por siete caballeros. Estos caballeros eran los mas aguerridos, valientes, bondadosos, sabios, honorables y fuertes en toda Eudora. Podían enfrentarse a seis hombres al mismo tiempo y salir sin ningún rasguño; eran los mejores con el uso de armas y pelea a mano limpia. Eran increíbles estrategas, y sobre todo eran emisarios de paz y altamente altruistas. Cada persona en Eudora contaba historias de sus hazañas, cantaban canciones de su valentía, honor y gran corazón. Eran llamados “Los Grifos Legendarios”.
El Escudero y su Señor, entraban al salón donde se reunía El Consejo de Caballeros de Eudora. Este lugar estaba hecho de madera, la cual se unía a majestuosos arboles y grandes vitrales de colores, los cuales relataban historias de batallas antiguas. El suelo, era como el de un jardín real y en el centro del salón, había un pequeño estanque de agua cristalina, el cual tenía un altar de piedra que se encontraba justo al otro lado. El agua del estanque brotaba de un estrado de madera y roca, este sobrepasaba los tres metros de altura, y es aquí donde se encontraban sentados cada miembro del Consejo. La luz del sol entraba de forma natural, puesto que el salón no tenía techo, esto hacia que todo se mirara aun mas impresionante. El escudero entraba al estanque el cual con forme a cada paso, lo sumergía mas en el, hasta que este lo cubriera por completo, luego comenzaba a reaparecer hasta subir al altar en el centro del mismo. Ahí, se despojaba de su daga de Paje y de sus hachas de Escudero, los colocaba frente a él y colocaba una rodilla al suelo en señal de reverencia ante “Los Grifos Legendarios”. El Señor que tuvo al Escudero toda su vida junto a él, que le abrió las puertas de su hogar, que le confió su vida por completo y sin duda alguna, llevaba esa espada que fue bañaba en sangre cuando se le hizo escudero, la cual ahora lleva de un lado de su hoja el escudo de armas de la Casa a quien sirve, del otro lado el escudo de armas de Eudora, y grabadas en oro las palabras “Servicio, Honor y Espiritualidad”, en ambos lados de la espada. Y que ahora seria devuelta a su legitimo dueño si este era digno de ella.
El Señor subía al estrado y de pie esperaba la intervención del Consejo de Caballeros de Eudora. El consejo se ponía de pie, y el Caballero mas viejo y sabio entre ellos se dirigía ante el Señor, y le preguntaba: —“¡Este Escudero frente a nosotros! ¿Es portador de talentosas cualidades? ¿Es honorable y generoso, ha mostrado gran valor en batalla, es fuerte y osado ante el peligro, paciente y sabio ante las dificultades, poderoso contra los enemigos, prudente en sus hazañas? ¿Es acaso que este Escudero no vacilaría en derramar su sangre ni ofrecer su vida en defensa de la justicia y honor, y ayudaría a cada ser que estuviera en peligro eminente? ¡Este Escudero frente a nosotros! ¿no comenzaría una batalla o apoyaría una guerra sin causa justa; no promovería la injusticia, sino que sería emisario de proteger al inocente y oprimido? ¿Él acaso es humilde en todas las cosas; busca el bienestar de todos aquellos que están a su cargo? ¡Pero sobre todo, el joven aquí presente! ¿es digno de ser un Guardian Vigilante de Eudora, porque respeta, vive y proclama cada uno de nuestra valores medulares?… si es así, con la misma espada que llevas en tu mano, se el primero de nosotros en sellar este pacto con sangre.— Al terminar de decir estas palabras, el Señor, desenvainaba la espada, la tomaba con su mano izquierda y cortaba su propia palma de la mano derecha. Luego pasaba su mano sobre la espada para sellar el pacto con sangre. Cada uno de los Caballeros del Consejo hacia lo mismo, terminando con el Escudero presente. Este se ponía en pie, y al momento de cortar su mano derecha decía en voz alta: —“¡Mi corazón, mi mente, mi alma, mi espíritu y mi espada son uno con cada ser en Eudora, y desde hoy hasta el día en que muera, serviré con dignidad, con honor y valentía a la justicia y verdad!.”—
Luego, otro de los caballeros que llevaba una ocarina hecha de hueso de Grifo, se ponía en pie y tocaba una melodía mística, la cual solo era conocida por los Caballeros en Eudora; esta melodía llamaba a un Grifo, el cual entraba al salón de forma imponente y feroz. Hasta que este posara sus cuatro patas en el piso, este desataba un viento tempestuoso dentro del salón con sus fuertes alas. Al tocar sus cuatro patas el suelo, este se acercaba al Escudero, caminando con fuerza, distinción y gracia, quedando a tan solo unos pocos centímetros, comenzaba a olfatearlo, luego daba un paso hacia tras y soplaba de su aliento, del cual salían una especie de bruma casi no perceptible a la mirada, esta rodeaba todo el cuerpo del caballero de forma mística. Luego el Grifo, se erguía frente a él rugía con fuerza y vigor. Luego hacia una reverencia ante el escudero y lo invitaba a montarlo. Los Grifos Legendarios y su Señor, le indicaban que bebía hacerlo. Al subir al lomo de tan imponente ser, sin previo aviso el Grifo salía volando con gran fuerza del salón, este volaba velozmente hasta sobrepasar las nubes, y mientras el Escudero admiraba por primera vez lo sublime e impresionante de estar sobre las nubes, el Grifo se sacudía fuertemente al caballero de su lomo. Este caía estrepitosamente hacia el suelo del salón y a escasos metros del suelo el Grifo lo rescataba llevándolo a salvo al altar. Al llegar de nuevo al salón montado en el Grifo, y poner sus pies en el suelo, cada Caballero del Consejo y su mismo Señor, se acercaban a él, le devolvían su daga y sus hachas, y juntos al rugido del Grifo, exclamaban a los cuatro vientos el grito de guerra de los caballeros de Eudora: —“¡¡POR LA VIDA Y HASTA LA MUERTE!!”—
Luego el recién armado caballero abandonaba el recinto del Consejo de Caballeros, montando a caballo junto con su Señor y ahora hermano de armas, para realizar una fiesta en su honor.
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